martes, 8 de diciembre de 2009

Feriados

  Maria y sus parpados empezaron su discurso del mundo. Suavemente las pequeñas verdades que confirmaban las cosas empezaron su describir, ahora brumoso, todas ellas.
Era curioso ver como se diferenciaban en su mensaje. Era entretenido ver los distintos traumas y complejos de cada cosa en particular con ojos tan dormidos.

Los restos de las huellas de un ingenuo encanto ceniciento durante el licnubio hacian que estuviera algo reflexiva por saber que de un modo u otro, si bien todo habia formado parte de su voluntad, su voluntad era muchas veces de naturaleza contradictoria. Como si no pudiera controlar ciertas cosas, como si no se conociera del todo.
  La depresion de la lapicera que causo un cruel cigarrillo con su quemar una noche de descontrol la habia vuelto un poco mas callada. Ahora se sentia siempre incomoda, cada vez que escribia, como si supiera que su armonia estaba quebrada para siempre. Como si ese desfigurar eterno no fuese a dejarla en paz nunca.

  Pobre, es tanto mas valiosa de lo que cree y se deja llevar por sus heridas de guerra. Ya su avance sobre la limpida blancura, su violenta tension  sobre la siempre virginal rectitud de los renglones (que nunca son tan negros como su tinta) no era soberbio, pues se sabia herida y transfigurada. Sin embargo, era empuñada febrilmente una y otra vez acorde a lo que las manos de Maria iban requiriendo para hilar trenzas y caireles de ideas.


Despertador histerico, cafe, teclas, botones, cuchillos, cucharas, cajones, teclas, bips electronicos, silla.

Bandeja en la mesa.

Afuera la ciudad empezaba a perder nuevamente la nueva cabeza y Maria ya sentia como levemente la contaminaba con su transito, su stress, su sinfonia tempestuosa. Lo curioso era que todo eso se habia vuelto parte de esa inentendible calma que empezaba en el umbral de la ventana.

El televisor apagado estaba extenuado de tanto callarse, teniendo para recitar perfectamente tantas fatidicas noticias, no le era permitido un solo comentario esa mañana... incontenible, tan lleno de mundo, de cotidianidad, de macabra actualidad, de pactos sociales, estallo con su horario de encendido... como respuesta recibio un rapido y ensayado movimiento que lo silencio una vez mas mientras que de los labios se escapaba una pequeña sonrisa de satisfaccion.

Maria simplemente se limitaba a una mirada pasiva, pausada, no se decidia a dejarse llevar por el dia.

Un monton de palabras, cientos de ideas, miles de apreciaciones jugaban entre ellas en los estantes que se sostenian en las paredes. Con sus coloridos lomos en sucesion, con sus sugerentes adornos bidimensionales que dejaban tanto espacio para las sutilezas y pequeñas apreciaciones. Lo penso, acaricio la idea, la paseo por los ojos, pero la desestimo tambien.

Paso lo mismo con las zapatillas, la flauta, el libro de ajedrez y sus analisis. Las sugerencias, invitaciones, las ajetreadas peticiones de extraños correos y mensajes. Paso con el caotico reflujo de recuerdos de oficinas, todo lo que repasaba en su mesa iba a parar al fondo del cajon de sus pupilas.

Pero habia algo tacito sobre cada cosa. Habia un olor a sal que se apoderaba de las comisuras de todo.

Se decidio en abrir la ventana y, de un modo u otro, romper esa paz, dejarse invadir con la elegancia que la caracterizaba, por el recuerdo y la cotidianidad. Entrar en esa guerra de sensaciones, ese debatir constante entre las paralelas de la existencia.

Sabia que siempre disfrutaba ver los nuevos modos que encontraban para enredearse sin importar cuan irritantes pudieran ser sus productos porque, de alguna manera que desconocia, habia logrado un automatico sobreponerse a esto.

Entre el estoicismo, resignacion, acidez, y otro monton de cosas habia conseguido cierta paz inquebrantable, solo alterada y mutada por la mendiga interpelacion a la que obligadamente tenia que recurrir con esos extraños objetos.

El aire que entraba por la ventana traia aun mas sal, y si bien eran buenos aires, su smog tenia una reminicencia radioactiva y venenosa, cargada de frustraciones. Todo cuanto se filtraba por la ventana era molesto, y estuvo a punto de cerrarla, pero hubo algo que detuvo sus manos en seco, subitamente.


Justo mientras se posaba en las flores del arbol de la vereda de enfrente (que se veia tan distante, engañosamente), se dio el lujo de cerrar las puertas de sus ojos. Dandose un minuto para distinguir y separar, concediendose ese espacio, ese instante de calma, logro percibir, unos pisos por debajo, una timida melodia con gusto a viento, con sabor a crepuscular calma.

De otra ventana escapaba serpenteando, sorteando la ciudad y su tensa expresion sobre el asfalto, una muy sencilla melodia que se teñia con la humedad del aire.
Se enredo en los mechones dormidos que caian sobre sus hombros, jugueteo en la promesa de su cuello y los arabescos que su mirada dibujaba.
Alegremente acaricio con un tresillo fresco su frente de marfil y rosas.
Envolvio su cintura, meciose un instante en sus caderas y luego volo a los confines de las alas de sus sienes.

Pobre muchacho, no tenia ni idea de cuanto habia alegrado su despertar. Aun en esa distancia de ventanas, aun entre tantos aires (malos y buenos).

Pese a las cicatrices de la lapicera, al despertador histerico, al cafe, las teclas, botones, cuchillos, cucharas, cajones, teclas, bips electronicos, sillas y la indignacion del televisor. Pese a la noche ridicula con ridiculas consecuencias, pese a sus pocas ganas de lidiar con el dia, pese a los antiguos demonios y pese a ella misma... era sencillamente reconfortante.


Pese a todo, ella dejo caer una sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario