lunes, 16 de noviembre de 2009

Cuadros

Eran las seis. Carlos vino a darse cuenta tarde del fatal error, de ese salto al vacío que implicaba, de ese pequeño extinguir en el que ahora estaba sumido. La simple reubicación del cuadrito de quince por quince que le habían regalado los chicos del metegol. Acto tan simple como nefasto. Liliana había criticado el hecho tildándolo de vulgar y frívolo. En cierto modo era cierto… era absolutamente cierto. Mas allá del "momento de inspiración" pudo ver que el cuadrito, inocente en apariencia daba sentido al resto de la pared, daba un por qué a la lámina de Monroe que estaba en la pared de enfrente, daba cuentas a la existencia del cadáver del mosquito en la esquina (y hasta la justificaba). Indicaba al observador un punto específico desde el cual debía contemplar (y cómo) el resto de la habitación.
Pero lamentablemente ya era tarde, ya estaba hecho, ya el punto de retorno había sido escrito. El enduido seco hacia ya varias horas se burlaba cruelmente, el clavo lastimando la pared lo incriminaba con su férrea existencia. El cuadrito, por su parte, intentaba desesperadamente salvar la situación de modo inútil.
Esta nueva descripción en constante fluir de un nuevo universo era tan imperfecta como desquiciante, la falta de armonía era tan notoria que simplemente no era soportable, todo estaba movido, hasta los confines del espacio, hasta los limites del tiempo. De pronto Carlos sintió una náusea, un rejurgite de mundo, un quiebre de compás; en ese momento algo en él se descascaró. Recuerdos y pasillos! Recuerdos y largos pasillos por todos lados!
Ansia y angustia, vértigo y desolación empezaron a asomarse por los marcos, por los zócalos, recuerdos de todos Lilianas untando mal la manteca, dejando los discos desordenados, cerrando mal las bolsas. Recuerdos del portero lustrando mal los bronces, de su jefe Suárez redactando mal un comunicado interno, recuerdos de él mismo arpegiando mal, recuerdos de traspies al hablar, al tomar café, al caminar, al levantarse con la boca pastosa y los ojos gomosos, pasillos de recuerdos por todos lados formando laberintos para una legión de minotauros que enceguecen con un disco solar en cada mano.
Errores repitiéndose una y otra vez, atacando por todos los frentes, descabezando y diezmando todos los ejércitos con los que Carlos intentaba impetuosamente ganar esta nueva y atemporal batalla.
La respiración se dificultó de un momento a otro, la tensión de las sienes sostenía un mundo en el espacio que comprendido entre ellas, los labios endurecidos por el tambor del pecho marcando una marcha demasiado rápida, los ojos inyectados y ciegos, los puños cerrados destrozaban el cuadrito y la voz desgranaba toda la habitación a gritos…
Súbitamente, se apagó la imagen…
Carlos se despertó por un viento fresco que entraba en compañía de la luna en medio del licnubio de la ciudad, volviendo al parquet un mar de petróleo borravino. Liliana ya dormía, y la comida estaba el horno aun… "Cuadro de mierda" soltó mientras se quitaba los vidrios de los nudillos.

(Aclaracion del Manual de Instrucciones: Lease escuchando el tema "Moldavian Song")

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