sábado, 21 de agosto de 2010

Darak

Darak se desprendio la camisa, no queria arruinarla, todavia tenia la sangre de aquella primera noche. Todavia conservaba el olor y la forma de ese brillante carnaval en sus pupilas, en medio de la oscuridad, aquel  festejo libertino de vida devorando vida, fibras, sangre, ojos.
Desde aquel renacer habian pasado ya varias lunas, y seguia disfrutando de la alegria cruenta y salvaje que le generaba cuando se volvia un disco de brillante suspendido en la gélida lejanía.
En su interior habia entendido que siempre podria volverse lo que quisiera, tan prodigiosa era su condicion, pero bajo la luna era feliz haciendolo. Bajo la luna era una sonrisa infernal y sedienta surcando la noche, era un par de piernas espectrales montadas por brazos surcando bosques y quebrando huesos, desgarrando la vieja sinfonia carmesi tiñiendo la noche azul, elevando suplicas envueltas en el mas humano dolor a la estancias astrales, desde donde se podia obervar su juego macabro una y otra vez, demonizandolo en una perfecta y desesperanzadora danza.
Era dificil de explicar como sucedia, pero una parte suya estaba convencida de sentir la luna llena antes de que apareciera, y no era porque siempre tuviera el almanaque en la cabeza (que lo hacia), sino que realmente el dia previo ya empezaba a sentir cierta firmeza de movimientos, cierto ímpetu poco habitual, cierta vivacidad en cada uno de sus actos. Generalmente, al llegar el atardecer necesitaba irse lejos, necesitaba experimentar ese frenesi ansioso de la espera tan intimamente como fuera posible. Saber que su preciosa diosa iba a estar ahi una vez mas, plateandolo todo con su magicamente electrico modo de sostener los objetos en la oscuridad.
Podia ver el reflejo en el pelo, lo cual sentia que exaltaba su presencia. Las noches de luna llena se volvia un relampago gris arrasando con lo que se interpusiera en su meteorica carrera hacia ningun lado, al igual que un cachorro ansioso.
Sus hermanos iban y venian, sigilosos en las sombras penitentemente silenciosas, temerosas de las Furias de la noche.
De pronto el cuarto se hizo mas chico y todo se volvio mas brillante y fragil como si todas las cosas se hubieran vuelto de vidrio o de corcho, de un modo u otro. Miro por a ventana mientras el frenesi no le entraba en si. Se dejo llevar por la noche, saltando desde el marco directamente a la luna, esperando llegar de un salto hasta ella. Cayo en la tierra blanda, se incorporo y se deshizo en un grito de júbilo.
El mundo sabria de sus mandibulas, la noche iba a conocerlo nuevamente, a el, y a su manojo de maldiciones licanas.

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